sábado, 12 de abril de 2014

¿Moriscos españoles? No, gracias.




por Juanfer Sánchez

Para un morisco, ya fuera andaluz, castellano o levantino, “ser español” o declararse como tal era la mayor categoría del sometimiento y la pérdida de identidad, la negación de sí mismo y de su identidad colectiva.
Lo que hasta hace poco tiempo era objeto de investigadores y patrimonio por desgracia casi exclusivo de patriotas andaluces de conciencia, se está convirtiendo en asunto cada vez más de dominio público, suscitando un mayor interés por estos temas, sobre todo tras la fecha del 4º centenario de la siempre polémica y parcial expulsión de los moriscos de Andalucía y otros países del entorno ibérico y mediterráneo. La moriscología es una disciplina apasionante que no para de verter datos, lejos de estar cerrada y acotada por el academicismo al que se quiere reducirla.

En todo este tiempo, me ha llamado la atención el tratamiento agradable al poder, poco riguroso y frívolo hacia los moriscos dentro de muchos moriscólogos, en lo tocante a su identidad y por ende a la identidad de los pueblos a los que pertenecían. No se ha parado ni se paran de repetir términos fraudulentos y mixtificadores como “España morisca”, “moriscos españoles”, “España musulmana”…queriendo trasladar una supuesta y artificial identidad española, inexistente histórica, cultural y lingüísticamente, de forma retroactiva a los habitantes de las distintas naciones existentes en la edad media peninsular y que hoy, grosso modo, siguen estando bajo la coacción del Estado español.

No hay una cuestión morisca, hay varias cuestiones moriscas.

El hecho de que distintos moriscos de diversos pueblos (como el andaluz, el castellano o el catalán) profesasen la misma ideología y cosmovisión no los convierte en una misma cultura y una misma nación, mucho menos española, por mucho que la historiografía oficial españolista se emperre en ello volcando todos sus medios. Los moriscos no eran españoles porque su cultura no era española; ellos no se sentían españoles porque para ellos, España y su concepción nació con los denominados Reyes católicos. Porque ser español no era algo común y natural en los países de la península ibérica, sino que se designaba (y ni siquiera bajo ese calificativo) al sector ideológico trinitario que propició las agresiones y las conquistas.
Y en verdad es así. Sólo desde los reyes católicos se puede hablar de España o relativo a la hispanidad como algo real, como identidad del imperio creado, como consecuencia del sometimiento a los pueblos. Lo español no es algo que une, sino que impone y niega. Porque no es espontáneo, no nace ni nació del corazón natural de los pueblos, sino a base de conquistas.

El morisco era consciente de la situación peninsular, en Andalucía, en Castilla o en Aragón, para ellos “España” no es más que una denominación geográfica sin mayor implicación, no un ente político, ni una nación, ni una cultura ni una identidad.

No es correcto por tanto, hablar de moriscos españoles, sino de moriscos andaluces, castellanos, aragoneses, catalanes o levantinos. Para un morisco, ya fuera andaluz, castellano o levantino, “ser español” o declararse como tal era la mayor categoría del sometimiento y la pérdida de identidad, la negación de sí mismo y de su identidad colectiva. Suponía dejar de ser lo que se era, por las buenas o por las malas, es decir, por la fuerza.

Cuando el maestro Juan Alfonso, morisco aragonés, que vivió durante el siglo XVI, dice:

cuervo maldito español
Pestífero cancerbero
Questas con tus tres cabezas
A las puertas del ynfierno”

¿Quiénes son los españoles? ¿A qué españoles se refiere este morisco aragonés por tanto? ¿no debían ser españoles por ejemplo, los aragoneses, cuya corona colaboró en la edificación del imperio que luego habría de ser bautizado como “España”? los anteriores versos no son un caso aislado, sino un ejemplo más de la sociología morisca; unos versos que dejan bien claro a mi juicio quienes eran los españoles: no los habitantes de los distintos pueblos de la península, sino el sector de éstos que era cristiano trinitario, partidario del imperio, del sometimiento de los pueblos y del yugo de éstos bajo la estructura imperial con una sola religión, una sola lengua y un solo rey. Y, si éste es el sentimiento de lo que significaba ser español en la península ibérica para un aragonés, no imaginemos para un andaluz, nacido en la cuna del islam andalusí, que irradió durante siglos cultura y civilización a otros pueblos del entorno mediterráneo y peninsular.

Me parece que sólo así podremos entender mejor nuestra historia. Estudiar a los moriscos como lo que fueron, no como lo que nunca quisieron ser. Estudiarlos como pensaban y sentían, no como de ellos opinaban los trinitarios. No calificar una cultura (la andalusí) como española, porque nunca lo fue, como tampoco fueron otras culturas (y mucho menos sus importantes sectores islamizantes y judaizantes) como la castellana, gallega, vasca o catalana. Esa es una gran asignatura pendiente en la moriscología de nuestros días, que huya del adocenamiento institucional y prime la verdad sobre todas la cosas. Porque no otra cosa busca la moriscología como otra disciplina que estudia la historia, sino buscar la verdad y sacarla a relucir, contarla, insistir en ella.

Quizá sea este otro de los pequeños mejores homenajes que podemos seguir brindándoles a nuestros antepasados moriscos. Homenaje tras homenaje, que sólo nos puede conducir a una Andalucía de nuevo Libre y poseedora de ella misma. De su tierra, de su historia, de sus luchas, de su poesía, de su hoy…

Artñiculo publicado el 22 de Febrero de 2012, en medios como Kaos en la Red, Identidad Andaluza...

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